Nieve roja

Rojo escarlata sobre la pureza del blanco, perfectos copos de nieve, único cada

uno de ellos, arruinados por gotas asimétricas de ese líquido carmesí. ¿Cuánta

perfección e imperfección puede haber en un mismo lugar? Dos sustancias esenciales

para la vida, sin embargo al chocar una debe desaparecer. ¿Estás viendo esto? Pero

claro que no, que pregunta más tonta. No podrías pensar más allá del dolor que se

apodera de ti en este momento.

Que vista; tu exquisita figura retorciéndose en la nieve, tratando de aferrarse a

cualquier esperanza de sobrevivir esto, me trae recuerdos de cuando jugábamos a

hacer siluetas de ángeles en la nieve, ¿Tú lo recuerdas? ¡Oh! Cómo pasar

desapercibida la palidez apoderándose cada vez más de tu piel, pareciera que la nieve

y tú se están haciendo una misma.

Puedo ver tus delgados dedos abriéndose y cerrándose sin parar, ¿Qué tratas

de tomar entre ellos? De vez en cuando una de tus traviesas manos viaja hacia tu

garganta, encajando esas largas uñas con acrílico a lo largo de esta, dejando marcas

rojas en el camino, hasta llegar al fino corte que acabo de realizar en ella.

El corte, en extremo preciso, pasaría desapercibido si no fuera por la sangre

que sale de él; misma que absorbe a la blanquecina sustancia a tu alrededor. La

pequeña herida mide 6 centímetros, ¡Exacto! es tu número de la suerte, ¿Ves que si te

prestaba atención? Además, realizado con ese cuchillo que solo usabas cuando

preparabas una de tus cenas especiales, disfruté cada una de ellas como no tienes

idea.

Y tu precioso rostro, trastornado por lo que solo puedo imaginar son múltiples

emociones pasando por tu mente ahora mismo: dolor, desesperación, esperanza…

Lo único que lamento un poco haber hecho fue golpearte con el bat de beisbol, pero

si no te hubiera noqueado antes, no habría podido realizar tan perfecto corte en tu

bella garganta.

Tu boca parece la de un pez tratando de respirar en tierra firme, fracasando

claro está. Tus ojos moviéndose desesperadamente de un lado a otro, buscando algo

pero, ¿qué buscas? Y entonces paran en mí , y no puedo evitar la excitación dentro de

mí. Balbuceas una pregunta que escucho claro y fuerte resonar en mi cabeza.

—¿Qué por qué lo hice?—. Y no puedo parar de reír en cuanto lo digo en voz

alta.

—¡Porque tú lo pediste, criaturilla boba!—.

Porque siempre insististe en que querías verme haciendo lo que más le trae luz

a mi vida, y es que, en mis momentos más oscuros es cuando me siento más cegado

por la luz.

Decidí que invierno sería el mejor momento para hacerlo, a pesar de que

otoño es tu estación del año favorita. Tomé esa decisión porque es una estación tan

pura, llena de buenos deseos y el color característico de la pureza descansando por

todos lados. Y así, la nieve al estar cubriendo todo el suelo refleja la luz del sol con

facilidad. Sin embargo, hete aquí, muriendo entre tanta esperanza. No sé si me ciega

más la luz reflejada o la oscuridad del acto que cometí.

Primero te golpeé con el bat justo cuando salías a acompañarme al jardín,

para dejarte lo suficientemente indefensa para realizar la pequeña incisión. Todo fue

en extremo fácil, porque nunca sospechaste que haría un acto como tal.

¿Pero qué puedo decir? Este habrá sido mi mayor acto de adoración y amor

hacia ti. Porque desde el momento que te conocí supe que serías especial; resistí este

deseo por años, pero simplemente no pude más. La vista de tu cuerpo inmóvil a mi

merced, mostrando el asesinato perfecto a la vista, mi vista. Tu vida siendo

arrebatada por mí, yo siendo lo último que veas, y yo viendo lo último de ti.

Ten por seguro que fuiste el amor de mi vida, seguiré buscando aquello que

me llena de luz, pero por ahora, me voy con tu imagen grabada en mi mente: blanco

puro como la nieve, rojo escarlata como el pecado. Y este diciembre, mi hermoso

crimen ciega más que la luz.

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